domingo, 24 de octubre de 2010

Lo que para cada uno es la felicidad

Aristóteles entendía que a la felicidad se llegaba por la virtud. Y a ésta la conducía la razón, para lograr el término medio. Lo de toda la vida: pensar antes de actuar te asegura que las cosas saldrán bien –o, por lo menos, ayuda-. Y por eso la “eudaimonía” se entendía como ese camino racional que conduce al bienestar. Pero llevo unos días pensando que prefiero darle una vuelta de tuerca. Con el permiso de S. y de aquellos expertos en Latín y Griego, eudaimonía viene de “eu”, bueno, y “daimon”, pequeño dios, pequeña fuerza mágica, podría decirse. Entonces, ciñéndonos a la letra, la felicidad es una especie de dios bueno –algo así como lo que cantaban los Eurythmics, “There must be an angel”-. Pero si seguimos dándole juego a la palabra “daimon”, es de la que deriva nuestro actual “demonio”, en cuanto “dios menor”, y como menor, malo. Por tanto, al final, la felicidad podría venir de la mano de un demonio, bueno, pero demonio, que nos empuja a cosas más allá de las que la razón indica. O, precisamente, indicadas por la razón para ser felices. A mí me gusta más esta idea de la felicidad. Será porque es domingo.

jueves, 14 de octubre de 2010

De siempre me ha gustado más Aristóteles que Platón. No sé por qué. Porque me gustaban mucho las definiciones que empleaba en la Física. Porque todo el Universo se mueve para alcanzar su fin, pero sin obligación, sino por deseo. Porque el fin de todo hombre es la felicidad. Y porque todo está en movimiento para lograrla.
Este poema de Pedro Salinas siempre me ha recordado a Aristóteles y durante algunos años le he empleado en clase,

Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.

¿Qué destacaríais de él? (sabiendo de Aristóteles y sin saber)

jueves, 7 de octubre de 2010

No le han dado el Nobel a Murakami pero da igual


Mi amiga Sara, que es muy lista, fue la que me empujó a leer a Murakami. Yo nunca había leído japoneses. Los alemanes eran mi debilidad y todo lo oriental me chirriaba. Pero como me lo dijo Sara -que, repito, es muy lista- pues le hice caso, y me leí Kafka en la orilla. Y me gustó. Bueno, me encantó.
Y entonces llegó Tokio Blues. Y eso fue la cumbre. Y empecé a hablar a todas horas de Tokio Blues, y a recomendar Tokio Blues y regalar Tokio Blues. Es que es muy bueno. No habla de nada en especial, pero Murakami escribe muy bien y Midori, una de las protagonistas, es maravillosa, y las chicas queremos ser como ella, y los chicos quieren que las chicas seamos como ella.
Es una historia de amores idealizados, encontrados y perdidos, como todas las historias, pero de otra manera. De la que te llega, se queda y te acompaña. Y luego, cualquier cosa que hable de amor, se tiene que medir con Murakami en Tokio Blues.
Leedlo, por favor.

sábado, 2 de octubre de 2010

Pre-ocupados


Acaba de empezar el curso y así estamos todos. Sin hacer, todavía, siendo retales de lo que ya ha ocurrido y con cara de preocupación por lo que va a venir. Tenemos como ojos el reloj, el tiempo; y nuestras manos, con las que haremos cosas para resolvernos a nosotros mismos.

Flotan puertas y farolas a nuestro alrededor, y son las salidas y las luces que nos acompañan y buscamos, para saber ser mejores, o no. O ser simplemente nosotros.

Feliz curso académico a todos.